Nueva presentación. Nuevo empate. Nada nuevo para este Central que aún busca su norte futbolístico, mientras la rueda de la Copa de la Liga gira en cámara lenta para el representativo auriazul. La performance ofrecida este martes frente a un aguerrido Banfield tuvo sus picos emotivos a lo largo de la velada. También sus ríos de intermitencia a la vera del Paraná. Sin embargo, la masa no puso el foco en el resultado final, que fue 0 a 0, ni en el partido en sí como lo hicieron los jugadores. Arroyito destiló alegría desde que reabrieron las puertas del renovado Gigante para reencontrarse y celebrar tras la contienda lo que toda la pueblada canalla estaba esperando desde la epopeya lograda en Santiago del Estero: el campeonato. Y así fue, pese a que no cantó victoria como todos anhelaban.
La vuelta a casa fue especial. Emotiva. Expectante. Fue un frenesí. También tan colorida y brillante como un rubí. Esto fue Central en la primera presentación de la temporada ante su enfervorizada gente. La marea metió una previa impresionante. A puros cánticos. A puras bengalas de colores azul y amarillo con una batería de fondo estruendosa.
El campeón se reencontró con sus leales fieles en un Gigante que se vistió de gala y desató un genuino carnaval a medida que el sol le daba paso a la luna en medio de un calor sofocante.
La actuación en cancha, que exhibió un césped descolorido y blando porque está en pleno proceso de agarre por haber sido plantado íntegramente hace poco, fue color sepia.
Miguel Russo apostó por meter mano en la formación y no vaciló en incluir entre los once a Lautaro Giaccone. Laucha ocupó la vacante liberada por Alan Rodríguez en relación a la escuadra que empardó contra Atlético en Tucumán. El juvenil no aportó nada interesante.
La tropa intentó dominar las acciones en un partido que se jugaba además afuera de las tribunas. Donde los hinchas estaban más ocupados en entonar estrofas tribuneras y hacer foco en el título logrado hace poco que en decodificar de manera minuciosa el funcionamiento colectivo auriazul.
Central jugó a lo que pudo ante un Banfield que hizo base en el Gigante con la única intención de volverse a su pago sin poner la mejilla. El taladro cumplió su reto interno. Sea por mérito ajeno como también por el propio.
El andar canalla en esta Copa de la Liga no viene dando los réditos esperados. Acopió dos puntos en dos presentaciones. Poco para ser campeón. A eso hay que sumarle que le agregó un nuevo eslabón a la larga cadena de 29 partidos invictos que ostenta en Arroyito.
El campeón parece estar decidido a no dar el brazo a torcer y está defendiendo la corona como puede. También con lo que tiene. Mostró que si debe morder, lo hace. Si tiene que jugar, intenta desplegar un repertorio vía Malcorra, Lovera o Giaccone, pese a que este martes no dio resultados.
Es verdad que generó pocas chances. Apenas dos en el primer tiempo, una vía Giaccone y otra mediante un remate de media distancia de Malcorra, que fue más de compromiso que de convicción. Mientras que el complemento tuvo una sola chance: un zurdazo de Campaz a los 81′. No hizo nada más.
Lo de Banfield también fue amarrete. Casi pobre. Limitado para atacar, más allá de que exigió e hizo lucir a Fatu Broun a los 42′ y luego en otra acción en el epílogo. Luego trató de imponer una partida basada en la doble línea y resistencia defensiva.
La resultante fue clara. Un 0 a 0 para el archivo. Aunque lo más importante en Arroyito fue lo que pasó antes y después del empate. La fiesta que armó la gente y la dirigencia para celebrar el campeonato logrado en diciembre pasado.