La palabra lingote es de raíz inglesa. Y a 200 años del nacimiento de la deuda externa, a manos de Rivadavia con la casa inglesa Baring Brothers, el gobierno de Milei reverdece aquella historia. Y envía el oro del Banco Central a Londres.
Por Carlos Del Frade.
Raíz inglesa. De allí viene la palabra lingote. Según Joan Corominas en su célebre “Diccionario Etimológico”, la palabra lingote aparece en el castellano entre los años 1765 y 1783. De origen incierto aunque con connotaciones francesas de la palabra lingot pero derivada del inglés “ingot”, del año 1560, molde de fundir metales. En 1386, es decir siglo catorce, goten, palabra anglosajona, significaba “fundido”.
La palabra lingote, entonces, tiene raíz inglesa.
A doscientos años del inicio de la deuda externa con la casa inglesa Baring Brothers, el gobierno argentino de Javier Milei reverdece aquella historia al confirmar que enviaron lingotes de oro del Banco Central de la República Argentina a Londres, la vieja capital inglesa.
Como sucedió hace doscientos años, el sur muestra su dependencia de la misma forma.
La Asociación Bancaria denunció que los días 7 y 28 de junio de 2024, el Banco Central de la República Argentina cargó lingotes de oro en aerolíneas comerciales con destino a Londres.
Las empresas con las que viajaron los lingotes del oro del pueblo fueron la transportadora Loomis y la aerolínea British Airways.
Entre las dos operaciones habrían sacado del país el equivalente a unos 450 millones de dólares. En el banco suizo ya habría el equivalente a unos 500 millones de dólares y en total el Banco Central tiene en oro alrededor de 4.700 millones de dólares. En el gobierno esperan que esos lingotes funcionen como caución para que Basilea les otorgue alrededor de 4.700 millones de dólares líquidos.
Días después, el ministro de Economía, Luis Caputo, confirmó el viernes 19 de julio de 2024 que hubo una operación de envío de lingotes de oro del Banco Central (BCRA) hacia el exterior del país. “Con esta decisión, desde el Gobierno explicaron que buscan generar un rendimiento extra de los activos, en un escenario donde a la autoridad monetaria se le está dificultando la compra de divisas para incrementar las reservas”, dijeron los medios de comunicación.
-Es una movida muy positiva del Central. Porque hoy tenés oro en el Banco Central, que es como si tuvieras un inmueble adentro, un edificio: no lo podés usar para nada. En cambio, si tenés ese oro afuera, podés sacarle un retorno y la realidad es que el país necesita maximizar el retorno de sus activos. Tenerlo encerrado en el Central, sin hacer nada, es negativo para el país. Es mucho mejor tenerlo custodiado afuera, donde te pagan algo – agregó el ministro.
La historia oficial de la deuda externa argentina fija el principio de los empréstitos en la jornada del 19 de agosto de 1822, cuando la junta de representantes de Buenos Aires sancionó una ley que facultaba al gobierno a contraer un crédito con el objetivo de construir un puerto y las obras necesarias para generar agua corriente en la ciudad de la que alguna vez se había echado dos veces a los ingleses.
Uno de los ministros de aquel gobierno de la provincia a cargo de Martín Rodríguez era, justamente, don Bernardino, siempre cercano a los capitales y empresas inglesas. Trabajaba para ellos, tal como Milei trabajó para Eurnekián y hoy, como el presidente mismo y varios integrantes de su gabinete, siguen siendo sus empleados.
Aquel primer crédito debía ser por 2.800.000 libras esterlinas. El 1 de julio de 1824, el gobierno de Rivadavia contrae con la Banca Baring el empréstito por un millón de libras esterlinas.
La provincia de Buenos Aires, a cambio de aquella promesa de préstamo, «empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al pago exacto y fiel de la dicha suma de 1 000 000 de libras esterlinas y su interés».
De aquel millón de libras esterlinas llegó muy poco dinero. En oro, dicen las distintas fuentes históricas, apenas el 4 por ciento, alrededor de 20.678 libras. Nunca superaron, en libras esterlinas, las 570 mil. Pero la Argentina terminó pagando, alrededor de 1904, más de veintitrés millones de libras de aquel empréstito inicial en los tiempos de Rivadavia, que fueron los días del exilio de San Martín, de la persecución de Juana Azurduy y de la muerte en medio de la pobreza de Manuel Belgrano; las jornadas en las que se ahogaba la idea original de la Patria Grande, cuando Artigas ya estaba sumergido en la selva paraguaya y Bolívar se encaminaba, inexorablemente, a su muerte muy lejana a sus propios sueños.
Según el historiador inglés David Rock: “En Buenos Aires los especuladores entonces presionaron para que los beneficios del préstamo de Baring se repartieran y convertir la deuda interna en deuda externa, con la conversión al valor nominal de los títulos que habían reunido. Pero a su retorno de Europa, Rivadavia usó gran parte del préstamo para financiar un nuevo Banco Nacional. Como su predecesor, el banco fue en gran medida dominado por comerciantes británicos, quienes usaron sus facilidades de descuentos para financiar una nueva oleada de importaciones de Gran Bretaña.”
Para 1904, cuando se terminó de pagar el crédito, la Argentina había abonado a la casa Baring Brothers la suma de 23.734.766 pesos fuertes.
Los lingotes del Banco Central de la República Argentina, como hace dos siglos, no le pertenecen al pueblo argentino si no a sus eternos saqueadores. Lingotes que explican, en definitiva, el empobrecimiento de las grandes mayorías.
Fuentes: “Breve diccionario etimológico de la lengua castellana”, de Joan Corominas, Editorial Gredos; diario “La Nación”, sábado 20 de julio de 2024 y “Deudas y saqueos”, del autor de esta nota.