Francisco falleció sin poder regresar oficialmente y como líder de la Iglesia Católica a la República Argentina, un deseo personal que postergó a lo largo de su papado y que queda, sin lugar a dudas, como el gran debe durante sus 12 años.
Aquel cardenal Bergoglio que llegó a la Capilla Sixtina al entonces cónclave para definir al sucesor de Benedicto XVI se disponía a ir y venir desde Argentina al Vaticano, pero finalmente fue elegido por el resto de sus pares y comenzó de ese modo su liderato de la Iglesia Católica.
A partir de allí, las responsabilidades como un referente mundial de la religión profesada por el 30% de la población mundial, hicieron imposible su regreso al país.
Claro que, por decisión propia, Francisco tampoco eligió o facilitó su regreso. Y fue con cuatro presidentes distintos, todos de diferente ideología y mayor o menor acercamiento hacia su pensamiento, a los que “rechazó”.
Francisco viajó a cuatro de los cinco países que limitan con Argentina, siendo Brasil su primer viaje al exterior y solo a tres meses de asumir en el año 2013. También visitó Bolivia y Paraguay en 2015 y Chile en 2018. No faltaron viajes viajes al resto de América Latina, incluyendo a Cuba, Ecuador, México y Perú.
Argentina quedó postergada por falta de compromiso con los gobierno de turno, como también por la crítica hacia su figura por parte de un sector de la población, la cual fue de público conocimiento que desmotivó su llegada al país.
En la historia de este país, solo dos veces un papa pisó territorio argentino: Juan Pablo II vino en 1982 y 1987. En su segunda visita, el papa recorrió ciudades del interior, llegando a Rosario frente a una multitud.